La eterna grandeza del 7
POR ÁLEX BARBERO
Quien me conoce sabrá que para mí, Raúl no es un simple jugador, es un espejo donde, no sólo los profesionales del fútbol, sino de cualquier trabajo y ámbito deberían fijarse. Tanto en los buenos como en los no tan buenos momentos he apoyado el incondicional esfuerzo del capitán blanco. Muchos le han criticado, denigrado, vejado, insultado… y ahora, después de su espectacular actuación en el campo que le vio nacer hace 17 años, parece que todo el mundo está con él. Soy un claro defensor de Raúl, pero me fastidia mucho que ahora, hasta debajo de las piedras aparezca gente que le ha faltado al respeto. Eso se llama ventajismo y es una de las lacras que habita entre los profesionales de la comunicación.
Cuando el incalificable Bernd Schuster sugirió que Raúl vetó el fichaje de David Villa y cuando aquel resentido Cicinho increpó con dureza sobre el Real Madrid y el papel de su ex–compañero en el club más laureado del mundo, las críticas eran cuantiosas y de un carácter muy alejado de lo que se merece el 7. La apariencia era que muchos “aficionados” no podían ni ver a Raúl sobre un terreno de juego. Una injusticia.
Pero una vez más Raúl ha realizado el gesto de mandar callar, pero esta vez metafóricamente, a todos estos detractores. Su machaque durante las dos últimas semanas ha servido para demostrar y reiterar al mundo que un jugador de su categoría siempre cumple. La lesión sufrida ante el Barça le iba a dejar parado durante casi un mes. Bien, en la mitad de tiempo, Raúl estaba ya con el equipo. Todos sabemos que la función de este capitán no queda sólo en la parcela práctica del fútbol, sino que su apoyo y su aliento de ánimo son un soplo de moral a la plantilla. Por eso estuvo en el banquillo, y caprichos del destino, La Romareda volvió a disfrutar del mejor jugador español de todos los tiempos.
Con la pierna tocada, se desfogó dentro del terreno de juego. Porque el buen profesional no sólo lo hace bien, sino que siempre intenta superarse. Y Raúl en ese sentido es el mejor. Siempre sale motivado, dispuesto a morir por el escudo que no sólo lleva cosido en la elástica, sino que después de tres lustros, se ha grabado en el corazón. Un escudo que debe sentirse orgulloso de su capitán.
Y como la suerte acompaña a los valientes, el ángel de Madrid se volvió a encontrar con el gol. Cualquier otro, al ver que Higuaín y Ronaldo estaban acechando la portería de Roberto, hubiera dejado de correr. Pero Raúl, lesionado desde hacía unos minutos, cojo y dolorido, se dejó el alma en una carrera que tuvo su premio. Una jugada de las suyas, llegando desde atrás y ayudado por todo el sentimiento madridista, empalmó el pase de Ronaldo para dar ventaja al Madrid en el marcador.
Incluso lesionado atacó a sprint. Y no se quedó ahí, sino que como muestra de compañerismo, reivindicándose como un jugador de equipo, corrió junto a los demás a celebrar con furia y garra el gol. Coraje y fuerza; honor y esfuerzo; maestría y talento; dignidad y elegancia. Adjetivos que dejan de ser abstractos con Raúl de por medio.
Posiblemente, el 7 nos dejó su última hazaña, el último regalo. Un regalo que tal vez no nos hayamos merecido, sobretodo por dudar en ocasiones de su profesionalidad y de su amor por el club. El tiempo pasa para todos, y aquel chaval tímido fuera del campo, pero letal en el césped que se atrevió a coger el dorsal de Butragueño y que demostró que iba a marcar una época, puede que este en el ocaso de sus días. Futbolísticos.
Su actuación fue de película, un final perfecto para la mayor carrera deportiva que ha visto la capital madrileña. El mejor jugador del Madrid y de toda España ha vuelto a estampar su firma en la historia, una historia que le debe, no sólo el reconocimiento de todos los amantes del deporte, sino un lugar privilegiado junto a los más grandes. Puede que no haya sido el más técnico, ni tampoco el más creativo. A lo mejor no ha metido los goles más brillantes ni ha dado asistencias de ensueño; pero se ha dejado la piel en cada encuentro, ha sido un caballero fuera y dentro del rectángulo, ha demostrado que su inteligencia es tan grande como su amor por el Madrid y tal vez no ahora, pero en unos años recordaremos con nostalgia sus actuaciones y sus celebraciones. Los goles que meta el futuro 7 no tendrán tanto valor simbólico, como por ejemplo, el del pasado sábado. Yo al menos espero que sus triunfos de blanco no se queden aquí, sino que en un futuro muy próximo, decida llevar las riendas del equipo de su vida y logré más reconocimientos si cabe. Raúl, un d7os para el madridismo, un ídolo para el deporte, un ejemplo para el mundo